Si hasta ahora has dicho que la opinión de
los demás no te importa, que te gusta ir
cómoda (pensando en ir suelta) y en tu armario entran (cada vez más) piezas con
las letras XL, XXL, XXXL y tallas M ó L con la etiqueta colgando, entonces tú
necesitas a Raquel.
La primera sesión consistió en un estudio del
color, es decir, utilizando múltiples pañuelillos de colores ante un espejo
Raquel te hace tomar conciencia de qué colores son los que te sientan bien,
esto no es muy difícil de recordar si coincide con tus gustos personales, lo
que se hace difícil es recordar la combinación apropiada: hoy sé que el rojo y
el lila juntos son explosivos, un conjunto atrevido pero acertado, y además me
gustan los dos colores, y además me queda bien!!! Eso reúne un 50% del cambio,
en los primeros 15 minutos empiezas a estar satisfecha.
El mismo día recibí tanta información sobre
el cinturón, las camisetas, los pantalones, los complementos, consejos,
consejos y más consejos, que me parecía imposible recordar cuando me hiciera
falta. Al final la reduces a la mínima expresión: si eres gorda y baja debes
saber que ponerte para parecer más delgada y alta, en principio imposible de
conseguir pero fácil de entender.
Además tomas conciencia de toda la ropa que
tienes en tu armario, que ha sido un cúmulo sin sentido de piezas que te pones,
siempre las mismas, y otras que te habría gustado ponerte y que siguen ahí
incluso con el precio colgando. Te defiendes diciendo que has comprado lo que
creías que te quedaba bien, pero eso sí, de la talla XL para ir sueltita (y en
el pensamiento: así no se me ven las chichas). La versión de Raquel ante esto
es: sí, talla XL, sueltita, y con la que
no se ve nada lo que hay debajo.
Un armario en el que empieza a aparecer la
“X” en las tallas es el primer síntoma que encubre que realmente sí te preocupa
lo que los demás opinan de ti. Por eso antes de salir de compras haz una
terapia de aceptación: te da igual la opinión negativa, destructiva pero te
acostumbraste tanto a ellas que has terminado por no aceptar tampoco lo
positivo.
Les pongo un ejemplo: recuerdo cuando tenía
15 años y fui a comprar mi primer vaquero, la chica de la tienda me preguntó
qué talla llevaba y yo le dije que no sabía. Ella me miró de arriba abajo y
dijo- Por lo menos una 38. Imaginen cual fue su lenguaje gestual al decir la
talla que automáticamente dejó grabado en mi memoria “soy gorda”. Una 38!!! Se
lo pueden creer? Un día utilicé esa talla y sin embargo me clasifiqué como
gorda, sin derecho a disfrutar de la “mirada para delgadas”.
Intentas hacer desaparecer ese trauma de tu
vida, pero el entorno no te ayuda, así que terminas por asumir que eres así y
no puedes hacer mucho más para cambiarlo, sólo evitar no pasar de la talla 50,
que es mi reto desde que me di cuenta que estaba comprando la 48.
Si el problema es la talla, no olvides que la
talla no es la que dice en la etiqueta (como el sabor de las croquetas), la
talla es la medida de tu cuerpo. De hecho mis pantalones varían desde la talla
42 hasta la 48 muchos me sirven y otros no aunque ambos sean de la talla 44.
Este era mi armario: unas camisas inmensas
(ella las llamó sacos), algunas de tejidos gruesos o rígidos (como si a mi
cuerpo le hiciera falta más volumen) y esos pantalones rectos para que no se me
notaran los gemelos (que me hacían las piernas cortas), con cintura alta para
ocultar la barriga (que hacían desaparecer el culo) y faldas el precio colgando
aún. Y por supuesto, algunas con colores nada favorecedores.
Lo primero que hice fue eliminar todas las
piezas de colores no aptos, independientemente de que su estructura fuera
adecuada o no. Pero no quité todos los pantalones, porque para mí son una caja
de momentos felices y desgraciados, pero asociados al recuerdo físico de mi
misma. (tenía que haber guardado aquellos de la 38). La decisión que tomé fue
dejar los pantalones “felices”, con sus respectivas etiquetas, de manera que mi
cambio va a consistir en volver a cada parte de una época feliz. Así que ahí
están mis pantalones del 42, como si de una pesa se tratara, esperándome para
volver a ponérmelos, cuando alcance ese momento les contaré lo que ha supuesto
para los 44, 46 y 48 varios. Ahora mismo estoy intentando salir de la era del
46 y casi entrando en la del 44.
Si lo que te molesta es el número de la
etiqueta, entonces quita las etiquetas de toda tu ropa y tendrás un armario
lleno de ropa (sin etiquetas) pero que se la pueden poner todas las vecinas de
tu misma calle, distintas personas de distinto volumen y forma. Haz un
mercadillo y sácale partido a la limpia del armario.
En la segunda sesión nos fuimos de compras.
Raquel te acompaña por los innumerables percheros y te insta a que vayas por tu
cuenta a elegir lo que tú consideres, en el probador nos vemos!- te dice
alegremente. Allí se produce el primer impacto, tú has elegido lo de siempre,
mirando el número de la etiqueta, y ella ha elegido todos los colores que te
había comentado previamente y de los tamaños más dispares, para qué? Para que
veas lo que es corte imperio, caja recta, chaquetas para hacer culo, mangas
para que los brazos te salgan de las axilas y no de los codos cómo hasta ahora,
faldas para que las piernas salgan desde el cuello y no desde las rodillas,
cortes en la falda que hacen las veces de cirugía estética en tu inmensa
barriga.
Y te das de frente con la realidad: me he
estado vistiendo de cualquier manera no porque en el mercado no haya piezas de
ropa que me gusten o que me sirvan, estas tetas inmensas no caben en cualquier
sitio!!. Me he vestido así porque en realidad no sabía como vestirme. Hay unas
preciosas fajas y bodys para
disminuir volumen y sujetadores reductores para que los pechos parezcan más
pequeños y más subidos, y olvídate de pensar que te estás engañando y mucho
menos apenarte porque engañas a los que te miran.
Pero como en casi todo, después de la
solución surge otro problema: no estar acostumbrada a ir de compras hizo que
ese día me sintiera una compradora compulsiva, de las que huelen a plástico
quemado de tanto pasar la tarjeta.
Al ir de compras con ella tendrás la visión
de conjunto de lo que debes hacer: fijarte sólo en lo que necesitas, que te
sienta bien y que te gusta, en ese orden; lo primero es una demanda, lo segundo
lo consigues con los consejos de Raquel y lo tercero es evidente.
En realidad te vuelves loca comprando porque
no quieres volver a hacerlo, porque te asusta enormemente encontrarte de nuevo
ante el perchero en el que nunca hay nada para ti, y quieres aprovechar que
Raquel está cerca para que te ayude.
Primero ve de compras a tu armario y te
llevarás una grata sorpresa. Yo he llevado a arreglar 5 faldas, 2 camisas, 2
pantalones y 3 chaquetas.
Si sales a comprar sola busca exactamente lo
que necesitas, si compras algo más que sea una ganga y si no lo es, que sea esa
pieza de la que no te arrepentirás jamás. Si dispones de tiempo, sal otro día
con ella, sin tarjeta, te enseñará sobre tu talla y tus formas y si ves algo adecuado, resérvalo,
si realmente lo necesitas irás al día siguiente a buscarlo.
En definitiva, identifica primero tus
necesidades y ten claros tus gustos que Raquel se encarga de lo demás;
reafirmarte en lo hermosa que eres y que lo de fuera es sólo el envase, ella
consigue que el lazo sea acorde con el papel y el tamaño del paquete.
La tercera sesión es la puesta en práctica,
con público, de tu aprendizaje. Empiezas a vestirte con ese estilo que te gusta
pero con esas formas que te han recomendado, y dejas que te vean, no te
escondes, quiero decir que no haces comentarios sobre tu aspecto antes de que
lo hagan los demás. Hasta ahora, cuando me ponía una falda (cosa poco habitual)
hacía comentarios como “era lo único que tenía para ponerme” o “es que voy a
salir después” ¡como si ahora no estuviese fuera!.
El sumum
de la parte práctica es el evento que identificaste como necesidad. Ese día que
llevas la faja con la que ibas a engañar al mundo,¿seré capaz de no delatarme y
decirle a todos que llevo una faja? Evidentemente, sí fui capaz, de hecho me
olvidé de que llevaba esa braga de cuello largo, porque me sentía satisfecha
(alta, delgada y guapa a rabiar), no necesitaba escuchar piropos, me importaba
un pepino la opinión de los demás, ahora de verdad!.
Sería ideal tener a Raquel viviendo unos días
contigo para terminar la transformación, pero la convivencia no la incluye en
sus tarifas, así que tienes que dejarte llevar por el instinto y los consejos
rápidos de esos 3 días.
He optado por sacar del armario cada día una
pieza de ropa que no sea adecuada, y por supuesto saco otra cada vez que entre
una que sí lo sea.
Las sesiones son terapéuticas, porque con
Raquel empecé a aceptar que cuando me dicen “qué guapa estás” no me están
diciendo “te digo guapa por no decirte gorda”. Viene a ser lo mismo que lo de
“qué simpática es” y algunas personas entienden “ah, ya, es fea”.
Raquel me hizo ver que mi pecho era digno de
lucir usando camisetas o camisas de corte imperio con cuello en pico o
cuadrado, los pantalones con cinturón y por el tobillo, y la cintura a media
cadera para sacar un poco de trasero, marcando la diferencia entre lo alto y lo
bajo dejaría de parecer un tonel y parecería un poco más alta, incluso delgada
sin hacer dieta, y usar faldas para enseñar este hermoso par de gemelos.
Vístete y sonríe como siempre, como si fuera
lo habitual. Cuando te hagan un comentario a los de confianza les contestas “es
que tengo Asesora de Imagen &
Personal Shopper” y a los que no un simple gracias si es un piropo, o un “me
alegra que te guste” sea lo que sea lo que te hayan dicho.
Pon
un terapeuta de imagen en tu vida.
Cambia
la forma de ver tu cuerpo, y tu cuerpo cambiará de forma.
Eleonor, una paciente bien vestida
Nuestro compromiso es que tu aprendas cuales son las prendas que potencian tu silueta y cuales son las que debes utilizar para disimular lo que menos te gusta o acompleja, sabras que colores son los mas apropiados para que desprendas luz propia, y un largo etcétera de experiencias y consejos que tu asesora de imagen compartira solo contigo
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Nunca es tarde Invierte en ti.
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